Desde que tengo memoria, en casa de mi madre se juega al parchís. Pero no como un pasatiempo inofensivo, no. Es un campo de batalla en el que las hermanas no se reconocen como hermanas y donde pueden dilapidarse escalofriantes sumas de dinero (que pueden incluso llegar a los ¡¡25 céntimos!!). Eso sí, sin violencia y con total concentración... Toda la vida llevo oyendo el repiqueteo de los dados en los cubiletes, el movimiento de las fichas sobre el cristal a una velocidad de vértigo (mi madre y mis tías son verdaderas calculadoras humanas), y sobre todo las réplicas que se dirigen mientras juegan:
- Mi madre: ¡Cuatro! Un, dos, tres y cuatro.
- Mi tía: Margarita tiene un gato.
- Mi madre: ¡Muerta!
- Mi otra tía: ¡Adiós, Pampa!
- Mi tía: ¡Ya has vuelto a ganar! ¡Ganona, que eres una ganona!
- Mi otra tía: Oye, yo así no vuelvo a jugar... me voy a casa y te debo 5 céntimos.
- Mi madre: Va, hacemos la última.
- Mis tías al unísono: Va, pero la última que me he dejado la lavadora puesta (o la tarea que sea).
- Cualquiera: Dolores, no te acalores...
Y así durante horas, sobre todo en verano. Jamás tengas la idea de jugar con ellas, porque acabarán moviéndote ellas mismas las fichas (porque tú eres una lenta), o diciéndote a qué casilla tienes que ir (porque tú eres una lenta), o diciéndote a quién tienes que matar (porque tú eres una lenta), y a la vez poniéndose nerviosísimas, ya que no solo cuenta la partida, cuenta, y mucho, la velocidad de juego.
Como sin duda alguna el parchís no es lo mío, o al menos no en estas condiciones, me he ocupado del utillaje. Así que le he hecho a mi madre esta caja para guardar los cubiletes, dados y fichas, y cómo no, las abundantes ganancias.
La caja está forrada con tela de algodón, negra lisa y de lunares. Por dentro he hecho cinco compartimentos: cuatro para los cubiletes, fichas y dados, cada uno en su color, y otro para las ganancias. Los compartimentos triangulares están forrados con tela de encuadernar.
Para el cierre he utilizado una tira de cuero rojo con el automático ya puesto, que compré en la Feria Creativa.
Y el amuleto de la suerte que no falte: el gallo de Portugal, que he visto en múltiples modelos y colores desde siempre en mi casa para prestar asistencia espiritual a las contrincantes ¡por lo menos este no se romperá!